Saltar al contenido

Quinta parada: Torreblanca

    Al compás de un bastón. Concierto en memoria de Tragapanes.

    Si hay un lugar que puede ser la periferia de la periferia, ese puede ser el barrio de Torreblanca en su área más oriental. Es el límite de la ciudad de Sevilla y allí terminó sus días José Rodríguez Lara, “Tragapanes”, uno de los últimos descendientes de la saga flamenca y torera de Los Cagancho. Con su bastón paseaba por las calles Nogal, Pino, hasta el autobús que le llevaba, prácticamente a diario, a Triana, de la que emocionalmente nunca salió. El parquecito se ha adecentado para la ocasión y presenta sus setos podados. La efigie del Tío Tragapanes preside la blanca escenografía. Los comerciales adyacentes hacen acopio de provisiones porque se presenta un momento importante, una ocasión única en la que la parroquia de San Antonio de Padua se convierte en camerino improvisado y los vecinos preguntan por si vive todavía la figura a quien se recuerda. Ricardo no abre la Asociación Cultural para ir al concierto, en el que algunas de las figuras principales fueron compañeras de escenario de “Tragapanes”.

    Se abre la tarde con Manuel Fernández “El Borrico”, que, en pie en el proscenio, casi no necesita amplificación para hacer llegar los sonidos de Jerez, calentando el ambiente para que su eco por sigueriyas resuene despertando a aquellos que aún no hayan oído que ‘su flamenco’ vuelve al barrio. En ese momento, la plaza llena, con todas las sillas ocupadas y los bancos de alrededor repletos, las gentes de las casitas aledañas jalean a los cantes de ida y vuelta de Jesús Heredia, octogenario y vivaz, quien luego le canta a la maestra Carmen Ledesma por soleá, cuya sola forma de mover las manos y estar trae a Torreblanca ecos de la Macarena.

    En la recta final del espectáculo, aparece Carrete de Málaga, con su escudero Juan José Amador al cante, recién aterrizado literalmente y como atestigua un reportaje del mismo día de ABC, de Nueva York, con ese porte elegante que todo lo dice andando y con el compás marcado por un bastón, que más que emular a su amado Fred Astaire, nos recuerda el mismo que acompañó los últimos pasos de “Tragapanes” por Torreblanca.

    El final de la velada, y el final de esta parte del proyecto general de Zona Flamenca, terminó con el esperado y clásico fin de fiesta que derivó naturalmente del baile del Tío Carrete. Al vendaval de la juerga, con aroma alegre de otras épocas, se unieron el cante festero y chuflesco de Juan del Gastor, el tintineo de las alumnas de Carmen Ledesma y las consabidas pataítas de los palmeros de la noche.

    Larga vida a las cabriolas flamencas que engañan a la dureza de la vida en el barrio de Torreblanca.

    Larga sea la memoria de la sonrisa tragicómica del Tío Tragapanes