Saltar al contenido

Primera parada: Polígono Norte

    Crónica de un espejismo. Concierto en memoria de Antonio Núñez “Chocolate”

    Un grupo de niños y niñas se sientan en una fila junto al escenario cuatro horas antes del inicio del concierto. El sol calienta pero no les parece molestar. Sus madres y el personal técnico les avisa de que queda mucho tiempo hasta que empiece el espectáculo. Nunca antes en la plaza Río de Janeiro se había visto algo igual. Cuando se acercaban las nueve de la noche, algunas de esas mismas criaturas ya andaban ocupando las primeras filas reservadas para mayores, mientras otras corrían cruzando las filas de lado a lado. A la vez, las bicicletas poblaban el espacio, los coches VTC hacían su aparición y el espacio se empezó a llenar de gentes del barrio mezcladas con otras llegadas de otros lugares, muchas de ellas jóvenes y aficionadas al flamenco.

    El ambiente auguraba una noche única. Los bares repletos y el barrio atónito ante la transformación sufrida en un espacio estigmatizado, al igual que mucha de la población que lo habita. Sin embargo, al ir cayendo la noche y al compás de una ronda de martinetes, se percibe que algo único está a punto de ocurrir. Los ojos de “Chocolate” al fondo del escenario parece interrogar a su gente sobre la dignidad de un pueblo perseguido y expulsado, parece preguntar qué parte de su historia conoce el público.

    A continuación, la actuación de Agujetas Chico, acompañado a las palmas por Manuel Tarote y Chicharito de Jerez, provoca que la ciudad natal del Tío Antonio Núñez “Chocolate” se palpe entre los bloques del Polígono Norte, abriendo al público la senda por la que transcurrirá el resto de la noche, entre seguiriyas y soleás, templadas con oficio por la guitarra de José Gálvez. Felipa del Moreno ofrece otro giro haciendo que la plaza enmudezca y se emocione ante el torrente de sus cantes. Iván Carpio, sobrino nieto del “Chocolate”, ofrece su homenaje en forma de palabras sentidas y coplas templadas por la emoción, definiendo ese hilo del que es exponente el maestro Luís el Zambo y que nos traslada, gracias también a las grabaciones que hacen de vínculo entre los diferentes artistas, a una atmósfera que evoca otra época.

    Nada es casual. Es posible que una de las frases más repetidas fuera “qué bien se ha portado el barrio”, como si fuera una utopía la convivencia en lugares tan machacados como incomprendidos. Como si la figura gitana y flamenca del “Chocolate” retara a las personas presentes a sacudirse los estereotipos y prejuicios por un instante; aquel en el que la norma que rige es la del arte y la expresión de un sentimiento, provocando el espejismo de que las cosas se pueden cambiar.

    Ahora quedan los siguientes pasos: conocer el origen del barrio a través de esta figura gitana y flamenca. Esperamos que la ilusión continúe.