
Hay conciencia para rato. Concierto en memoria del Bizco Amate.
Es una tarde de mayo que bien podría ser agosto. Las obras en las calles aledañas posibilitaron que el agua pudiera mermar el calor en el centro geográfico de Palmete, mientras las vecinas adecentan las puertas de sus casas. El escenario ocupa casi toda la calle y la gente pregunta la hora de inicio del espectáculo. El bar Kung-Fu tiene preparadas las instalaciones para que lleguen las artistas y, mientras la escenografía va tomando forma, la casa de Cristina se llena de familiares. Después de cuatro meses sin salir de casa ha decidido que saldrá a ver el espectáculo. El último que vería en su vida lo contempló en la misma puerta de su vivienda..

Abre la tarde el Turry, con la luz del día todavía sobre el escenario. Se adentra con voz tamizada en malagueñas y culmina con fandangos del Bizco Amate, haciendo honor a su memoria, con sus familiares en primera fila. Tampoco pueden contener la alegría de escuchar esas letras tan cotidianas en la voz del granadino.
Con la noche cayendo, Manuel Gerena hace acto de presencia y provoca el silencio cantando los poemas de Miguel Hernández, recordando que la dignidad permanece con el tiempo en la voz de un hijo del pueblo, que la conciencia sigue viva en las periferias obreras y que la memoria es imborrable entre quienes luchan en la pelea cotidiana por la justicia.
Y para engrasar bien la fiesta de la denuncia y la ruptura, tal y como hizo en su día el Bizco Amate, Asunción Pérez “Choni” pone boca abajo al público, levanta a la gente de su asiento y provoca la energía perfecta con sus movimientos, con la garra hecha compás, dejando que Carlos Emblematika y Pedro Jiménez de Los Voluble dieran el giro necesario para la propuesta más arriesgada.

Pedro Jiménez de Los Voluble con una mezcla de audiovisual y Carlos Emblematika con la música electrónica bucean en las luchas del barrio, en la crítica social y en el flamenco como hilo narrativo, algo que Alicia Acuña se encargó de rematar, a base de talento y ganándose la complicidad de un público de todas las edades, pero en el que destacaron las mujeres que corearon su “Tengo coño para rato” como cierre de una noche donde la conciencia se hizo cante en memoria del Bizco Amate.
Próxima parada, Torreblanca. mientras se desmonta el escenario y los últimos espectadores comentan la jugada jonda en los bares de los alrededores, que los espacios de la simbología —el centro físico del barrio periférico transformado en vórtice de la memoria por obra y gracia de los flamencos— suena el eco de los fandangos del Bizco Amate por las calles levantadas de Palmete.